“Solo la verdad los hará libres de las consecuencias de la falta de conocimiento”
La connotación de
inmoral, de pecaminoso y por lo tanto de prohibido y, en general, todos los
calificativos y tabúes que se han tejido en torno al sexo desde que apareció la
raza humana en la pareja de Adán y Eva según la Biblia[1] y aunque en ella no
aparece, ni implícita ni explícitamente, restricción alguna sobre el momento de
vivenciar experiencias sexuales ni aparece ningún calificativo que las denigre
ni condición civil alguna donde aparezca vedada, todo ese conjunto de
antecedentes ha hecho más que imposible para padres y maestros hablar a los
hijos y estudiantes en forma oportuna y abierta de este tema tan esencial en la
vida de todo ser humano porque implica la vida y su responsabilidad frente a
ella. Tanto padres como maestros han sido conducidos a dejar a sus hijos y
educandos a merced de su natural e innata curiosidad, lo cual los convierte en
víctimas de las respuestas equivocadas y muchas veces mal intencionadas de quienes
se convierten en sus consejeros.
La vida sexual y todas
las experiencias que ella implica deben presentarse al hijo o hija y al
estudiante en forma natural, como natural es su proceso de crecimiento y
desarrollo. Si bien desde la perspectiva humana el sexo es malo, feo, sucio,
inmoral y pecaminoso, eso no es motivo para enjuiciar a Dios por haberlo
creado, al menos por dos razones. La primera: Dios no hubiera empleado lo feo,
lo sucio, lo pecaminoso y lo inmoral como método de multiplicación de la especie
humana, pudiendo crear otro mecanismo sin estas connotaciones; la segunda:
siempre hemos predicado que todas las obras de Dios son perfectas y entonces
¿Por qué el sexo no? Esto devela que los calificativos son humanos y
provenientes de mentes moralistas y algo perversas que en nada benefician la
natural responsabilidad que debe adquirirse mientras evoluciona y madura el
cuerpo.
¿Por qué habríamos de
avergonzarnos por hablar de algo que Dios no se avergonzó de crear? (San
Clemente de Alejandría)[2]
Justo por haber
catalogado al sexo como prohibido y haberlo condicionado a un estado civil para
poder vivenciarlo, en vez de abordarlo con un cierto grado de madurez y
responsabilidad, éste terminó convirtiéndose en motivo de búsqueda, de
predilección, de desafío, de tentación, de negocio y derivó en todos los
desastres humanos a los que nos ha conducido.
Quitémonos el manto de la
vergüenza y enseñemos a nuestros hijos y estudiantes, en la medida en que sus
curiosidades y los procesos biológicos lo exijan, que el sexo y el acto sexual
es un don y es también el “más sublime y prodigioso de los actos humanos”
porque, entre otros, contribuye a hacer posible el milagro de la vida y que,
justo por esta última razón, exige nuestra máxima responsabilidad y preparación
para poder responder por ella como la obra nuestra, revestida con el más alto
grado de dignidad.
Si asumimos la idea de que “La
verdad libera”, le permitiremos a nuestros adolescentes enfrentar su vida
sexual informados y advertidos, quitándonos de paso el dedo acusador que nos
señalaría por haberles mentido o por haber omitido una información a la que por
demás tienen derecho, convirtiéndonos en responsables por aquello que, por su
desconocimiento, les suceda.
La verdad sobre el sexo sale o
saldrá a gritos de sus cuerpos en el momento en que su naturaleza se los dicte,
solo falta orientarla y esa es la tarea urgente de padres y maestros porque la
labor del formador “No es impedir que el manantial fluya sino evitar que el
torrente se desborde.”
Sería pertinente preguntarnos aquí
si el surgimiento de embarazos precoces y la capacidad cada vez más temprana
para fecundar está asociada con la estimulación, también cada vez más temprana,
de los órganos genitales en forma involuntaria como producto del abuso sexual a
que con frecuencia son sometidos algunos niños, niñas y pre adolescentes o está
inducida por los medios masivos de comunicación, en especial la televisión y la
Internet, a las que están accediendo nuestros hijos sin suficiente o ningún
tipo de control.
Parafraseando la pregunta: ¿Señor
padre de familia: sabe dónde se encuentran sus hijos en este momento? habría
que preguntar: ¿Sabe sobre qué temas ven televisión o consultan y navegan sus
hijos en Internet mientras están solos o usted duerme? ¿Conoce los controles
que puede usted ejercer sobre los temas pornográficos a través de estos medios
de información hasta cuando sus hijos lleguen a la edad apropiada para
entenderlos o hasta cuando pueda usted orientarlos sobre las bondades y
peligros que estos temas encierran? ¿Usa esos controles? ¿O piensa que sus
niños y niñas tienen derecho a informarse sin importar de qué manera? ¿Y mejor
aún si le evitan su tarea, no importando las consecuencias?
Contrate solo canales de TV que
ofrezcan programas familiares o asesórese sobre cómo emplear códigos que le
permitan impedir el acceso a menores de edad a estos temas que solo pueden
perturbar y desorientar sus conductas sexuales si no van acompañados de una
adecuada orientación al respecto.
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